martes, 11 de marzo de 2014

El alma del médico




"El alma del médico", de Florencio Escardó,
2da. ed. Córdoba: Ed. Assandri; 1957. 


"Me lo has oído mil veces, aborrezco los hombres que hablan como libros, 
y amo los libros que hablan como hombres."
Unamuno.



Habíamos tenido las mentas de este libro por escritos de Carlos Alberto Seguín, eminente psiquiatra peruano, sobrino y adversario intelectual de Honorio Delgado, y ahora él ha llegado a nuestras manos inesperadamente, encontrado en los anaqueles de una librería de viejo, donde estaba oculto y esperando.

Libros como éste, dirigidos no a los conocimientos ni a las habilidades de los médicos, sino a su esencia actitudinal, nos hacen falta. Destilados de la experiencia de un viejo maestro, su discipulado se extiende en la distancia temporal hasta todos sus lectores, como el suscrito, un lector más, aunque tardío, de su condensada sapiencia. Afortunadamente nunca es tarde para aprender de un verdadero maestro, al contrario, siempre son actuales las reflexiones del Dr. Florencio Escardó, como si el papel amarillento conservase más fresca la tinta cuando las palabras son hondamente verdaderas, pues así devienen sempiternas.

Escrito en lenguaje llano pero íntimo, vibrante y emotivo, El Alma del Médico es presidido por el epígrafe elocuente tomado de Hamlet:

POLONIO: Señor, los trataré conforme a sus merecimientos.
HAMLET: ¡Cuerpo de Dios! Mucho mejor, hombre. Dad a cada uno el trato que se merece y ¿quién escapará de una paliza? Tratadlos según vuestro propio honor y dignidad y así cuanto menos lo merezcan, tanto mayor mérito habrá en vuestra largueza.

Todo el élan del libro es penetrado por este párrafo shakespereano. Y su título, cosa inusitada para estas épocas descreídas y desencantadas, habla de nuestra alma. Porque los médicos tenemos una, aunque a veces quede un poco relegada como este bello libro estuvo arrumado entre las telarañas de un anaquel.

 A continuación transcribimos párrafos de El Alma del Médico, del Dr. Florencio Escardó. A la distancia temporal pero en la cercanía espiritual, decimos: ¡Gracias, Maestro!




- Hablar del alma del médico no quiere decir que todos los médicos tengan un alma específica y menos que la tengan por el mero hecho académico de ser médicos: pero sí quiere decir que el médico la tiene, considerando Médico al ente ideal formado por las excelencias parciales del médico encarnado, y éste a partir de las excelencias incompletas y en realización fragmentaria en el espíritu de cada hombre. (...) El alma del médico es un alma en zozobra: inquietud que viene del exterior con el ser humano que lo busca, que le exige, que no perdona su tiempo, su día ni su noche. Zozobra que, sin embargo, también viene de dentro, cuando la duda lo aguijonea o la preocupación lo desfleca. Y siendo un alma en zozobra, el médico debe, a pesar de ello, manifestarse constantemente sereno, ponderado y eficaz. Es por eso que el alma del médico debe ser un alma ecuánime. No tiene derecho a condenar, despreciar ni odiar.  Todo enfermo es un semejante que lo necesita y al que debe darse. Está obligado a la simpatía pero la antipatía le está vedada. Su apoyo, su juicio, su consejo, se da al enfermo como si se tratara de un ángel en un coro de ángeles, porque para él el asesino enfermo es un enfermo, el ladrón enfermo es un enfermo, el canalla enfermo, un enfermo, y nunca un asesino ni un ladrón ni un canalla.

El alma del médico es un alma heroica: el pobre médico sabe muy bien hasta dónde llegan sus posibilidades y lo corto de sus precarias potestades; pero, al mismo tiempo, sabe que tiene que aceptar todos los desafíos, bregar todos los combates y pelear todas las batallas. Por eso necesita un alma de héroe, es decir, una energía moral indomeñable, y de continuo puesta a prueba. Y es un alma heroica porque tiene que tomar decisiones heroicas en momentos heroicos; porque debe tener el valor enorme de no dejarse doblegar por las opiniones interesadas, por los juicios apresurados ni por las malevolentes insinuaciones.  El médico es un héroe que de común no alcanza la historia porque lo consume la cotidianeidad. Pero si el alma del médico es todo esto, es apenas un alma de hombre. La zozobra, la ecuanimidad, el heroísmo, son circunstancias del alma del médico, trances y riesgos en que su alma se desenvuelve, realiza y perfecciona; pero no son dimensiones intrínsecas del caso particular. Ningún médico puede valer más de lo que vale como hombre, realizar más de lo que realiza como hombre, ni significar más de lo que significa como hombre. No se puede ser un gran clínico y ser vanidoso, no se puede ser un gran sabio y ser interesado, no se puede ser un buen médico y ser un servil. Cultivar el alma del médico es cultivar el alma del hombre…


- La mejor definición del enfermo es, sin duda, la de Von Weizsäcker: "Un enfermo es un hombre que reclama un médico". La enfermedad puede no existir, pero el enfermo sí.


- Con frecuencia comprender es la sola forma de curar.


- De las muchas supersticiones de que debe librarse el médico, la más grave es la superstición de la ciencia. 


- La primera obligación del Médico es la ciencia; la primera condición la conciencia; la primera necesidad la paciencia.


- El real peligro de la Medicina no está en lo que no se sabe; está en lo que se sabe a medias.

- No hay en clínica ocupación mental más ociosa que determinar en esquemas laboriosos cómo se presenta la enfermedad. Lo único real, válido y serio es saber cómo se presenta el enfermo o, si se quiere, cómo se presenta la enfermedad en el enfermo.


- La más profunda penetración de la Medicina ha consistido en comprender que puede haber enfermos sin enfermedad; pero es una posición mental absurda la de perseguir a la enfermedad mental sin enfermo.


- Muchos que se llaman médicos son sólo tecnólogos de alguna rama de la medicina.


- Se ha de llegar a especialista por superación, nunca por limitación.


- Si repasamos nuestra formación médica vemos que hemos hallado muchos maestros, pero casi ninguno entre los profesores. La Medicina es la más extraescolar de las escolaridades.


- El diagnóstico es el conocimiento de un instante de la biografía, que exige el de la biografía.


- Las enfermedades tienen causas, motivos y pretextos. Conociendo la causa podemos, a veces, curar la enfermedad, pero sin conocer el motivo y el pretexto difícilmente curaremos al enfermo.


- El concepto del Médico en el público comenzó a decaer el día que el facultativo cayó dentro de la órbita mágica de la propaganda y, procediendo como el público, se redujo a ser intermediario entre éste y la industria farmacéutica.


- Un médico sin carácter y sin personalidad es tanto más charlatán cuanto más erudito es.


- El más sutil y temprano signo de la enfermedad aparece sin excepción en la esfera psíquica; el diagnóstico orgánico más temprano es siempre tardío.


- La salud es tan poderosamente contagiosa como la enfermedad. La Medicina ha estado tan ocupada en reconocer en la enfermedad el acaecer individual y singular de una posibilidad general, que no ha adquirido todavía capacidad para entender que, así como un enfermo es capaz de enfermar a toda su familia, un sano integral es capaz de mantenerla sana e incólume.


- Fórmula de Médico: tener la humildad de su saber y el orgullo de su misión.


- Para el Médico el acto médico es principalmente diagnóstico; para el paciente es principalmente pronóstico, pero, aún a despecho de uno y de otro, es desde el primer contacto un acto terapéutico. Terapéutico que no es lo mismo que medicación. 

- Para el Médico el término curar no puede tener otro sentido que el etimológico de cuidar.


- El mejor médico es aquel en quien el escepticismo no ha destruido la esperanza. Después de la religión, la Medicina es la actividad humana en la que más se usa la palabra fe.



Dr. Florencio Escardó (1904-1992)



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ENLACES:

- Puga TF. Un recuerdo para Florencio Escardó. Arch Argent Pediatr. 2002; 100(4): 273-4. (PDF)

- Florencio Escardó en Wikipedia.



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5 comentarios:

José Manuel Brea dijo...

Todo un descubrimiento, amigo Lizardo. Atinados aforismos los de Florencio Escardó. Nunca deja uno de aprender.
Que no nos abandone la fuerza vital, ese élan bergsoniano, ni la fe necesaria para seguir creyendo en nuestro quehacer, a pesar de todo.

Lizardo Cruzado dijo...

Un gran hombre y un gran médico, el Dr. Escardó, y sumamente inspiradoras sus palabras. Gracias por la visita, amigo José Manuel, también cultor del humanismo médico.

Juan M. García dijo...

Muy cierto lo de la medicina y la fe, sobre todo en el ámbito de la psiquiatría.

Lizardo Cruzado dijo...

Y nosotros lo olvidamos con lamentable frecuencia, Juan. Gracias por el enlace a tu blog y tu visita por estos predios.
Un saludo desde el Perú.

Lizardo Cruzado dijo...

Y nosotros lo olvidamos con lamentable frecuencia, Juan. Gracias por el enlace a tu blog y tu visita por estos predios.
Un saludo desde el Perú.