domingo, 19 de agosto de 2012

Dos poemas de Wislawa Szymborska





Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
WS


Foto de Alberto Cristofari




Padezco la deformación "profesional" de preferir la narrativa en desmedro de la poesía y lo deploro. Adicionalmente, en mi anancasmo suelo preferir los libros que más páginas posean y, obvio es, los de poesía no suelen ser frondosos. También me ha ahuyentado alguna poesía hecha al parecer solamente de palabras, donde no se siente vibración vital alguna -sin duda, mi ignorancia me hace hablar gratuitamente sobre este tópico-. Por ello he tardado en conocer a esta poeta polaca, Nobel de Literatura del año 1996, y cuya cautivante poesía transita a pie los caminos de la gente, se detiene en las esquinas, se atolla en los cruceros, pero siempre bajo el cielo.

De Wislawa Szymborska transcribo dos poemas: Prospecto -semblanza de los insertos adjuntos en cada cajita de producto farmacéutico- y La habitación del suicida. ¡Bienvenida, Poesía!



PROSPECTO

Soy un tranquilizante.
Funciono en casa,
Soy eficaz en la oficina,
me siento en los exámenes,
comparezco ante los tribunales,
pego cuidadosamente las tazas rotas:
sólo tienes que tomarme,
disolverme bajo la lengua,
tragarme,
sólo tienes que beber un poco de agua.

Sé qué hacer con la desgracia,
cómo sobrellevar una mala noticia,
disminuir la injusticia,
iluminar la ausencia de Dios,
escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A qué esperas,
confía en la piedad química.

Eres todavía un hombre (una mujer) joven,
deberías sentar la cabeza de algún modo.
¿Quién ha dicho
que la vida hay que vivirla arriesgadamente?

Entrégame tu abismo,
lo cubriré de sueño,
me estarás agradecido (agradecida)
por haber caído de pies.

Véndeme tu alma.
No habrá más comprador.

Ya no hay otro demonio.




De "Si acaso", 1978 
Versión de Abel A. Murcia




LA HABITACIÓN DEL SUICIDA

Seguramente crees que la habitación estaba vacía.
Pues no. Había tres sillas bien firmes.
Una lámpara buena contra la oscuridad.
Un escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos.
Un buda despreocupado. Un cristo pensativo.
Siete elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda.
¿Crees que no estaban en ella nuestras direcciones?

Seguramente crees que no había libros, cuadros ni discos.
Pues sí. Había una reanimante trompeta en unas manos negras.
Saskia con una flor cordial.
Alegría, divina chispa.
Odiseo sobre el estante durmiendo un sueño reparador
tras las fatigas del canto quinto.
Moralistas,
apellidos estampados con sílabas doradas
sobre lomos bellamente curtidos.
Los políticos justo al lado se mantenían erguidos.

No parecía que de esta habitación no hubiera salida,
al menos por la puerta,
o que no tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.

Las gafas para ver a lo lejos estaban en el alféizar.
Zumbaba una mosca, o sea que aún vivía.

Seguramente crees que cuando menos la carta algo aclaraba.
Y si yo te dijera que no había ninguna carta.
Tantos de nosotros, amigos, y todos cupimos
en un sobre vacío apoyado en un vaso.



De "Llamando al Yeti" 1957 
Versión de Gerardo Beltrán



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Agradezco a la Sra. Lic. Pilar de Vivanco quien me notició de nuestra poeta. 


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2 comentarios:

Karen Félix de la Piedra dijo...

Entrégame tu abismo. ¿Habrá tenido esa sonrisa al escribir algo así?

María José Flores dijo...

Interesantes poemas. Me gustó "La habitación del suicida". Saludos.