miércoles, 23 de junio de 2010

A un mes de la partida de Martin Gardner




Martin Gardner (1914-2010)

Debo haber leído por vez primera a Martin Gardner en los distantes años colegiales. Tal vez 'Izquierda y derecha en el cosmos' ha de haber sido mi primer acercamiento a su amplísima bibliografía y en aquellas épocas heboides, en que se cuestiona todo románticamente, el conocer que dicho cuestionamiento radical -hasta las simetrías mismas cuestionadas, oh deslumbramiento- era no sólo posible, sino real , fue inagotable miel para mis labios adolescentes.

Hace un mes Martin Gardner falleció y su longeva vida nos legó, aparte de múltiples artículos en diarios y revistas tangibles y virtuales, una acrisolada producción de más de setenta libros. Su actividad científica, aunque escueta en grados académicos, por ello mismo le permitió una amplia sed de horizontes y un profícuo cultivo del escepticismo. Su versación iba desde las matemáticas, la filosofía, la divulgación de la ciencia y la física cuántica hasta la literatura de ficción. En él debo haber entrevisto, ávido yo de compensaciones biográficas como siempre, a los profesores de matemáticas que no tuve -teniéndolos- o a los abuelos que tuve -pero no conocí-.

En un momento casi simultáneo y cuando mi escueta visión de la psiquiatría era apenas provinciana y psicoanalítica, el leer '¿Tenían ombligo Adán y Eva?', sobre todo los capítulos dedicados a Freud y su escuela, tuvieron una notable virtud de colirio antilegaña en mí. Cómo no recordar gratamente aquellas lecturas cuestionadoras y críticas. Nunca después, ni siquiera en la formación formal de psiquiatría, hallé esa claridad expositiva y esa sana irreverencia ante los tabúes. Por supuesto, hay que entender que el apogeo del psicoanálisis en el Perú fue relativamente tardío y por ello nuestro timorato y vegetariano modo de afrontar a la vaca sagrada por aquí.

Esos dos textos, sencillos pero límpidos: La deficiente teoría freudiana de los sueños y La teoría posfreudiana de los sueños, los he releído hace poco como quien extrae del baúl caras reliquias luengamente atesoradas. Pero, oh sorpresa, aquel adolescente que yo fui está tan decrépito y en cambio el abuelo Martin Gardner está tan joven, tan viejo verde, tan rozagante de frescor...


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