viernes, 1 de mayo de 2009

Día del trabajo: ditirambos para el ocio




Apreciados lectores:

En este día consagrado a la exaltación del trabajo y la laboriosidad, queremos deleitarlos con una selecta galería de textos (1) dedicados a la apología del ocio, la holganza, la vagancia, el reposo, el rascarse la panza, el cruzarse de brazos y el mirar las musarañas -actividades tan o más importantes, y sin duda más placenteras, que el romperse los lomos, quemarse las pestañas, echar los bofes, sudar la camiseta, desriñonarse y someterse a la mezquina y rencorosa maldición divina de ganarse el pan con el sudor de la frente-. ¡Feliz Día!





EL DERECHO A LA PEREZA

"Seamos perezosos en todas las cosas, excepto
al amar y al beber, excepto al ser perezosos".
Lessing



"Una extraña locura se ha apoderado de las clases obreras de las naciones donde domina la civilización capitalista. Esta locura trae como resultado las miserias individuales y sociales que, desde hace siglos, torturan a la triste humanidad. Esta locura es el amor al trabajo, la pasión moribunda por el trabajo, llevada hasta el agotamiento de las fuerzas vitales del individuo y de sus hijos. En vez de reaccionar contra esta aberración mental, los curas, los economistas y los moralistas han sacralizado el trabajo. Hombres ciegos y de escaso talento, quisieron ser más sabios que su Dios; hombres débiles y despreciables, quisieron rehabilitar lo que su dios había maldecido. Yo, que no me declaro cristiano, economista ni moralista, planteo frente a su juicio, el de su Dios; frente a las predicaciones de su moral religiosa, económica y libre pensadora, las espantosas consecuencias del trabajo en la sociedad capitalista."

"En la sociedad capitalista, el trabajo es la causa de toda degeneración intelectual, de toda deformación orgánica. Comparen, por ejemplo, el pura sangre de las caballerizas de Rothschild, atendido por una turba de lacayos bimanos, con la tosca bestia de los arrendamientos normandos, que trabaja la tierra, recoge el estiércol y cosecha. Observen al noble salvaje que los misioneros del comercio y los comerciantes de la religión no corrompieron todavía con el cristianismo, la sífilis y el dogma del trabajo, y observen luego a nuestros miserables sirvientes de máquinas. (...) También los griegos de la época dorada despreciaban el trabajo: sólo a los esclavos les estaba permitido trabajar: el hombre libre sólo conocía los ejercicios corporales y los juegos de la inteligencia. Era también el tiempo en que se caminaba y se respiraba en un pueblo de hombres como Aristóteles, Fidias, Aristófanes; era el tiempo en el que un puñado de valientes aplastaban en Maratón a las hordas del Asia que Alejandro iba luego a conquistar. Los filósofos de la antigüedad enseñaban el desprecio al trabajo, esa degradación del hombre libre; los poetas cantaban a la pereza, ese regalo de los dioses: "

Oh Melibea, un dios nos ha dado esta ociosidad.
-Virgilio-

"Cristo, en su sermón de la montaña, predicó la pereza: "Miren cómo crecen los lirios en los campos; ellos no trabajan ni hilan, y sin embargo, yo les digo: Salomón, en toda su gloria, no estuvo nunca tan brillantemente vestido." Jehová, el dios barbudo y adusto, dio a sus adoradores el supremo ejemplo de la pereza ideal; después de seis días de trabajo, descansó por toda la eternidad. (...) Y sin embargo, el proletariado, la gran clase que abarca a todos los productores de las naciones civilizadas, la clase que, al emanciparse, emancipará a la humanidad del trabajo servil y hará del animal humano un ser libre; el proletariado, traicionando sus instintos y olvidando su misión histórica, se dejó pervertir por el dogma del trabajo. Rudo y terrible fue su castigo. Todas las miserias individuales y sociales nacieron de su pasión por el trabajo. "


Paul Lafargue (1842-1911) , casado con Laura Marx, hija de Carlos Marx, fue el primer diputado socialista en el parlamento francés. Le droit a la paresse, su panfleto más conocido fue publicado en 1881.


Seguir leyendo El derecho a la pereza.




ELOGIO DE LA HOLGAZANERÍA

"Quiero decir, con toda seriedad, que la fe en las virtudes del Trabajo está haciendo mucho daño en el mundo moderno y que el camino hacia la felicidad y la prosperidad pasa por una reducción organizada de aquél."

"Ante todo, ¿qué es el trabajo? Hay dos clases de trabajo; la primera: modificar la disposición de la materia en, o cerca de, la superficie de la tierra, en relación con otra materia dada; la segunda: mandar a otros que lo hagan. La primera clase de trabajo es desagradable y está mal pagada; la segunda es agradable y muy bien pagada. La segunda clase es susceptible de extenderse indefinidamente: no solamente están los que dan órdenes, sino también los que dan consejos acerca de qué órdenes deben darse. Por lo general, dos grupos organizados de hombres dan simultáneamente dos clases opuestas de consejos; esto se llama política. Para esta clase de trabajo no se requiere el conocimiento de los temas acerca de los cuales ha de darse consejo, sino el conocimiento del arte de hablar y escribir persuasivamente, es decir, del arte de la propaganda. En Europa, aunque no en Norteamérica, hay una tercera clase de hombres, más respetada que cualquiera de las clases de trabajadores. Hay hombres que, merced a la propiedad de la tierra, están en condiciones de hacer que otros paguen por el privilegio de que les consienta existir y trabajar. Estos terratenientes son gentes ociosas, y por ello cabría esperar que yo los elogiara. Desgraciadamente, su ociosidad solamente resulta posible gracias a la laboriosidad de otros; en efecto, su deseo de cómoda ociosidad es la fuente histórica de todo el evangelio del trabajo. Lo último que podrían desear es que otros siguieran su ejemplo."

(...)

"La idea de que el pobre deba disponer de tiempo libre siempre ha sido escandalosa para los ricos. En Inglaterra, a principios del siglo XX, la jornada normal de trabajo de un hombre era de quince horas; los niños hacían la misma jornada algunas veces, y, por lo general, trabajaban doce horas al día. Cuando los entremetidos apuntaron que quizá tal cantidad de horas fuese excesiva, les dijeron que el trabajo aleja a los adultos de la bebida y a los niños del mal. Cuando yo era niño, poco después de que los trabajadores urbanos hubieran adquirido el voto fueron establecidas por ley ciertas fiestas públicas, con gran indignación de las clases altas. Recuerdo haber oído a una anciana duquesa decir: «¿Para qué quieren las fiestas los pobres? Deberían trabajar». Hoy, las gentes son menos francas, pero el sentimiento persiste, y es la fuente de gran parte de nuestra confusión económica."

Bertrand Arthur William Russell, 3er Conde de Russell, (1872-1970) fue un filósofo, matemático y escritor británico. Pacifista y prominente racionalista
.

Seguir leyendo Elogio de la holgazanería.




CÓMO PERDER EL TIEMPO


"¿Es posible algo más estúpido que la sensibilidad de cierta gente, me refiero a la de los hombres que se jactan de previsores? Están ocupados, con excesivo interés, en poder vivir mejor, se procuran la vida a costa de la vida. Hacen proyectos a largo plazo; y hay que añadir que la mayor pérdida de vida es la dilación. Esta elimina los días a medida que se van presentando, te quita el presente mientras promete lo que está más allá. El mayor obstáculo para vivir es la espera; mientras estás pendiente del mañana pierdes el hoy. Dispones de lo que está en las tuyas. ¿Adónde te diriges? Todo lo que va a venir es inseguro. Vive el momento actual."

"La vida más corta y más angustiosa es la de aquellos que olvidan el pasado, se despreocupan del presente, temen por el futuro; cuando han llegado al final, perciben los pobres, con retraso, que han estado ocupados todo el tiempo en no hacer nada. Ciertamente es triste la condición de toda la gente ocupada y, sin embargo, es mucho más triste la de aquellos que ni siquiera trabajan en sus ocupaciones, adaptan su sueño al de otro, andan al paso de otro, reciben orden para amar y odiar, las cosas más libres de todas. Si éstos quieren saber cuán breve es su vida, que piensen en qué medida es suya."

Lucio Anneo Séneca (Lucius Annæus Seneca), llamado Séneca el Joven (Córdoba, 4 a. C.- Roma, 65) fue un filósofo romano conocido por sus obras de carácter moralista. Murió por su propia mano, antes de que se ejecute su condena a muerte dictada por Nerón.


Seguir leyendo Cómo perder el tiempo, fragmento de Sobre la brevedad de la vida.





ALABANZA DE LA CONTEMPLACIÓN


"La sociedad perdona casi siempre al criminal; pero jamás al soñador. Las bellas emociones estériles que el arte despierta en nosotros son aborrecibles a sus ojos, y ese horrible ideal social domina con su tiranía tan por completo a las gentes, que con el mayor descaro se acercan a uno en exposiciones privadas y en otros sitios públicos, preguntando con voz estentórea: "¿Qué hace usted?", cuando a única pregunta que debiera estarle permitida a un ser civilizado es: "¿En qué piensa usted?" Las intenciones de esas personas tan ejemplares, son buenas, sin duda. Quizá por eso mismo son tan insoportables. Pero alguien debiera enseñarles que si la sociedad es del parecer que la contemplación es el peor de los pecados, para las personas más cultas e instruidas es la única ocupación adecuada al hombre.

ERNEST.- ¿Ha dicho la contemplación?
GILBERT.- Sí; eso mismo. Ya le he dicho hace poco que era mucho más difícil hablar de algo que hacerlo. Permítame decirle ahora que no hacer absolutamente nada es lo más difícil del mundo, lo más difícil y lo más intelectual. Para Platón, apasionado de la sabiduría, esa era la más noble forma de la energía. Para Aristóteles, apasionado de la ciencia, era también la forma más noble de la energía. A ella llevó, por su propio anhelo su santidad, al santo y al místico de la Edad Media.
ERNEST.- Entonces, ¿hemos venido a este mundo para no hacer nada?
GILBERT- El que ha sido elegido viene a este mundo para no hacer nada. La acción es limitada y relativa. Y también condicionada y absoluta es la visión del que descansa y observa, del que recorre un camino solo mientras sueña. Pero nosotros, que hemos nacido al final de esta edad maravillosa, somos demasiado cultos y críticos a la vez, nuestra inteligencia demasiado sutil y también con demasiada tendencia a los placeres exquisitos, para aceptar especulaciones sobre la vida a cambio de la vida misma. Para nosotros, la cittá divina carece de colorido, y la fruitio Dei, de sentido. La metafísica no satisface nuestros caracteres y el éxtasis religioso está obsoleto. El mundo en el cual el filósofo de la Academia se convierte en "espectador de todos los tiempos y de todas las existencias" no es, en realidad un mundo ideal, sino simplemente un mundo de ideas abstractas; al entrar en él nos matan de frío las glaciales matemáticas del pensamiento. Los cursos de la Ciudad de Dios no están ya abiertos para nosotros. Sus puertas están guardadas por la ignorancia, y para transponer sus umbrales hemos de abdicar de todo cuanto hay de más divino en nuestra naturaleza. Ya es bastante con que nuestros padres hayan creído. Han dejado exhausta la facultad de creer de la especie y nos han legado el escepticismo, que tanto los aterraba; si lo hubieran puesto en palabras, no podría vivir en nosotros como pensamiento. No. Ernest, no; no podemos regresar a los santos. Hay mucho que aprender todavía de los pecadores. No podemos apuntar de nuevo a los filósofos y los místicos: nos decarrían. Como sugiere Walter Pater en alguna parte, ¿quién desearía cambiar la curva de un simple pétalo de rosa por ese Ser etéreo y sin forma al que Platón consideraba tan importante? ¿Qué significan para nosotros la Iluminación de Platón, el Abismo Eckhard, la Visión de Bohme, el mismo Cielo monstruoso, tal como fue revelado a los ojos ciegos de Swedenborg? Todo esto tiene menos valor que el amarillo cáliz de un narciso silvestre, menos que la más inferior artes visibles; porque así como la Naturaleza es la materia que lucha por llegar a ser espíritu, el Arte es el espíritu que se realiza bajo las condiciones de la materia; y por eso, aun en sus más vulgares formas, habla a los sentidos y al espíritu a un mismo tiempo. El temperamento artístico debe repeler siempre lo vago. Los griegos fueron una nación de artistas, porque les fue evitado el sentido de lo infinito. Como Aristóteles, o Goethe después de haber leído a Kant, busquemos lo concreto y únicamente lo concreto nos hará sentir bien."


Oscar Wilde (Dublín, 1854 – París, 1900) fue un escritor, poeta y dramaturgo británico-irlandés. Fue una celebridad de la época debido a su gran ingenio. Fue condenado a dos años de trabajos forzados acusado de indecencia grave por una comisión inquisitoria de actos homosexuales.

Seguir leyendo Alabanza de la contemplación, fragmento de El crítico artista..







EXALTACIÓN DE LA SIMPLICIDAD




"Un error preside el trabajo de los hombres. La mejor parte de ellos va pronto a servir de abono a la tierra. Por un hado engañoso, llamado comúnmente necesidad, se aplican ellos como dice un viejo libro, a guardar tesoros que la polilla y el moho han de corromper y los ladrones encontrar y robar. Cuando lleguen a su fin, si no antes, hallarán que la suya ha sido la vida de un necio."

"Los hombres creen aún, sin que les quepa la menor duda, que es indispensable que la Nación tenga comercio, exporte hierro, hable por telégrafo y viaje a razón de treinta millas por hora, aunque ellos carezcan de esas ventajas; pero si debemos vivir como mandriles o como hombres es cosa un poco incierta: Si no hacemos durmientes y forjamos rieles, y no consagramos días y noches al trabajo, y en lugar de eso nos ponemos a componer chapuceramente nuestras vidas para mejorarlas, ¿quién construirá ferrocarrriles? Y si estos no se construyen ¿como llegaremos a tiempo al paraíso? Pero si nos quedamos en casa, y nos ocupamos de nuestros asuntos, ¿quién necesitará ferrocarriles? Nosotros no viajamos sobre los rieles; es el ferrocarril el que pasa por encima de nosotros."


Henry David Thoreau
(1817 - 1862). Escritor y filósofo anarquista estadounidense famoso por Walden y su tratado La desobediencia civil. Además de uno de los padres fundadores de la literatura norteamericana, hoy día se le considera un pionero de la ecología y de la ética ambientalista. Es también el conceptualizador de las prácticas de desobediencia civil.




Seguir leyendo Exaltación de la simplicidad, fragmento de Walden o La vida en los bosques.







Referencia



- Baigorria, Osvaldo (compilador). Con el sudor de tu frente : argumentos para la sociedad del ocio. La Marca. Buenos Aires, 1995.

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