lunes, 27 de abril de 2009

Gripe porcina: en mi principio está mi fin


"In my beggining is my end"
T.S. Elliot


Hombre de Vitruvio & el virus de la gripe.


Nota de redacción: No podemos comenzar el post sin agradecer la mención generosa que Nietos de Kraepelin ha publicado recientemente sobre este bisoño escriba y nuestra chambona bitácora. Toda una presea.
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A medida que la atención mundial se satura con los últimos reportes sobre el creciente brote epidémico de gripe "mexicana", es imposible no reparar en la ironía trágica de cómo los primordios de vida más incipientes que son los virus, pueden llegar a poner en jaque a la especie más sofisticada y evolucionada de la naturaleza: Don Homo Sapiens.

Y mientras se diseñan enfermedes por consenso o por moda o motivaciones más subalternas, plagas que datan antecedentes tan pretéritos como ésta -se reportan epidemias de gripe desde hace varios siglos, sino desde el mismo Hipócrates, incluyendo quizás algunas de las pestes que diezmaron a los aborígenes americanos en la conquista-, nos enrostran nuestra condición frágil y prosaica sin ambages: enfermedades de las aves y hasta de los puercos pueden aniquilarnos como a moscas.

Incluso con los adelantos actuales de antivirales, antibióticos, vacunas y otros recursos, una epidemia viral de similar patogenicidad a la gran epidemia de 1918, se calcula que podría llegar a fulminar cerca de 100 millones de personas -o una cifra similar-. Y otro dilema actual sería, aunque se ha anunciado que la elaboración de la vacuna respectiva tomaría pocos meses, si habrían recursos para las vacunas y tratamientos en países en vías de desarrollo que serían los más afectados por la plaga.
Aunque la Organización Mundial de la Salud no incremente más sus niveles de alerta respecto a la gripe porcina, y se apague la novedad como todas las novedades devoradas por el inclemente afán de primicias -hasta hace poco se conmovían las revistas científicas con los casos aislados de gripe aviar- no podemos soslayar la danza cíclica de la enfermedad y la muerte en torno a nosotros, no podemos desconocer la historia de la plaga que hace menos de un siglo llegó a matar casi 100 millones de prójimos -y que se llamó gripe española aunque no surgió en España-, y cómo luego de ese azote vinieron dos más, si menos cruentos, igualmente aleccionadores.

El miedo, el milenario y filogenético terror cerval, pese a toda la parafernalia tecnológica que supuestamente nos acoraza, ahora nos torna al encuentro de la manada, a la búsqueda de las divinidades donde refugiarnos. Pero a la vez podríamos ser víctimas de esos miedos y de aquellos peores hermanos de nuestra especie, como en el pánico de 1976 acerca de una supuesta plaga de gripe en Norteamérica y la respectiva imprescindible vacuna.

¿Qué hacer? Ya desenterramos a los muertos de la plaga de 1918 para robarles los secretos de su agonía, ya reconstruimos los virus de esa matanza, ya escribimos la historia de esas muertes, pero siempre el depredador humano acecha, otea: la gripe porcina puede tener su correlato en un virus informático, en un fraude cibernético: nada somos sino sujetos inermes a las zarpas de la realidad y la quimera. Aquella vez, 1918, murieron dos niños de Fátima: Francisco y Jacinta Marto, el pintor Egon Schiele, el dramaturgo Edmond Rostand, el sociólogo Max Weber, y Sophie-hija-de-Freud, víctimas de la influenza macabra, más varios millones de desconocidos. ¿Hoy será distinto?

Y aunque podemos saber qué es y qué no es la gripe marrana, y podemos seguir engullendo cadáveres de cerdos en chicharrón, patita en fiambre, jamón del país y otros potajes y embutidos; al igual que Defoe nos sigue corroyendo la incertidumbre a diario, a horario, a minutero. Estamos en el mapa de la muerte, siempre lo hemos estado, siempre a merced de la afilada guadaña, pero ahora por fina cortesía de Google.

Mientras no se confirma todavía el primer caso peruano de la gripe puerca, no nos queda sino el sarcástico consuelo del gran Heduardo, quien nos recuerda cómo aquí convivimos con las metáforas de lo purulento y lo morboso tal baladíes cotidianeidades: como la vida y la muerte mismas, pues. Vecinitas, plancitos, comadres, concubinas, qué más da.


 

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://www.nytimes.com/interactive/2009/04/26/us/20090427-flu-graphic.html

mas hechos.